Juegos de oficina

Juegos de oficinaNuestra relación jefe / secretaria había seguido evolucionando a la vez que la empresa despegaba, lo que había traído como consecuencia la creación de despachos cerrados y, en paralelo, habían aumentado nuestros juegos. Nos basábamos más en el juego que en follar como conejos, como ocurría al principio.Me había dejado claro desde el principio que le gustaba que la tratase con cierta autoridad y me había acostumbrado a hacerlo, ya que al fin y al cabo, trabajaba para mí. Y de hablar, al poco tiempo, pasamos a actuar como jefe y empleada, como amo y sumisa. Algo que nunca hubiera pensado que podía gustarme...El cajón de mi escritorio ahora contenía algunos juguetes como unas esposas, un trozo de cuerda, pañuelos de seda, una pequeña fusta, etc. No todos nos gustaban por igual, pero los habíamos probado todos en alguna ocasión.Hacía unas semanas habíamos decidido jugar a un juego. Aquella semana concreta, todos los días debía venir en minifalda y, al llegar a la oficina me entregaría un sobre con algo que firmar, que en realidad sólo contendría sus bragas. Debía pasar toda la mañana sin bragas. Tiempo que yo aproveché para dejar caer algo del escritorio cada vez que la tenía en frente, dejando que se agachase a recogerlo con sumo cuidado para no desvelar su perfecto y blanco culo. En alguna ocasión, aprovechando que nadie miraba, incluso se había remangado la falda hasta la cintura unos segundos, dejándome rozarla con los dedos.En otra ocasión, la hice sentar sobre la máquina de fotocopias y, sin que lo supiera, metí la imagen que había sacado de su culo dentro de uno de los sobres que debía repartir entre los diferentes trabajadores. Se lo dije justo antes que lo hiciera para ver cómo le subían los colores, y le di la opción de buscarlo o dejarlo allí dentro del sobre aleatorio... Nunca supe qué llegó a hacer. Quizá ahora hay alguien más de la oficina que ha podido disfrutar de esa agradable visión.Un día le pedí por correo electrónico escrito en lenguaje formal, que viniese a mí oficina, se sentara en la esquina de mi oficina que queda escondida de la vidriera que da a la zona común, se subiera la falda y se masturbase en silencio mientras la observaba, sin poder hacer otra cosa que seguir trabajando para disimular. Mi erección fue difícil de mantener en secreto el resto de la tarde.Y durante una semana entera, tuvo la obligación de pasar cada día por mí mesa, escoger un objeto, llevárselo al baño, masturbarse con él, y volver a dejarlo en su sitio. Sin decirme qué objeto había utilizado cada día. Tenía cuidado de dejarlo exactamente donde lo había encontrado para que no notase cambio alguno. Esa semana me metí en la boca todo lo que rondaba por mí escritorio... y no era tóxico.O la vez que, teniendo una reunión programada con unos clientes importantes, la hice entrar conmigo en la sala, sin sujetador y con un pequeño vibrador con mando a distancia puesto. Se pasó la reunión mordiéndose el labio inferior, con los pezones duros transparentando, colores subidos y sin levantarse se la silla para nada. Yo no paraba de encender y apagar el aparato, de cambiarle las velocidades a ver si le cambiaba la cara. Todo ello mientras explicaba un proyecto a los clientes, obviamente se percataron que estaba muy caliente y no pudieron dejar de echarle miradas. Ahora son unos clientes muy fieles (al menos conmigo, entre ellos... ni idea).En definitiva, este tipo de juegos se convirtió en nuestro entretenimiento favorito durante las horas de trabajo.